Hacía tiempo que las hadas habían desaparecido. Ya nadie creía en ellas.
Los niños, los mayores, todos habían dejado de creer en las hadas y, por tanto,
también en los cuentos. Sin cuentos, el final de la fantasía era cada vez más
próximo. Las ciudades eran un cúmulo de almas errantes que paseaban sin rumbo
ni ilusión por el mañana, las vacaciones de verano o los regalos de Navidad.
Caspio se
desesperaba. Era el único mago que aún creía en su trabajo, pero de nada servía
si aquellos para quienes ofrecía sus espectáculos le bombardeaban a preguntas
sobre sus trucos. Ni siquiera los más pequeños se planteaban la mínima
posibilidad de que aquello que salía de las manos de Caspio fuera magia. [...]
Es Magia, Blanca I. López Tejada
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