Todas las noches el pequeño tambor soñaba que desfilaba junto a una
importante orquesta haciendo repiquetear su parrapam
por las calles, pero después despertaba y se ponía muy triste. Un famoso
artesano de instrumentos musicales lo había fabricado minuciosamente en su
taller y después el tamborcito había ido a parar al expositor de una juguetería
rusa, donde compartía espacio con dos patines para el hielo, un tutú rosa y un parque de atracciones en miniatura.
Cuando los niños veían el pequeño tambor desde el escaparate, entraban
corriendo a la tienda para contemplarlo de cerca. Todos querían llevárselo
puesto, pero cuando se lo anunciaban a sus madres, éstas se negaban en rotundo:
- ¡Un tambor en casa! Ni hablar.
Argumentaban que el tambor era un instrumento demasiado molesto que
provocaría la queja de los vecinos.
El pequeño tambor entonces se entristecía porque veía cómo su sueño se
alejaba más y más. [...]
El Tamborcito Rojo, Blanca I. López Tejada
No hay comentarios:
Publicar un comentario